El Ejecutivo Surfista II – Capítulo 6

Written by on 6 septiembre, 2013

Hola, Aqui les entrego el capitulo 6. En el camino del héroe, a veces hay que caer antes de volar. Espero que con ésta podamos tener mayor claridad de lo que significa un WIPEOUT.

Capítulo 6: WIPEOUT*

 

* (Un wipeout o como se dice en la jerga surfista guaipao es una caída aparatosa de una ola en su zona de mayor índice de peligrosidad)

Jose Angel abrió los ojos antes del amanecer sacudido por el sonido de las olas. Podía determinar con certeza que eran olas perfectas reventando en sets de 7, las últimas dos retumbando como truenos enviando ondas de energía por toda la costa. El nuevo día vibraba con la llegada de la marejada. Al salir al porche y respirar el aire fresco, podía sentir las pulsaciones en la tierra, en el jardín, y en los arboles que rodeaba la cabaña.

El viento completamente muerto significaba condiciones glass aceite, marejada pura, sin ningún elemento de viento que pudiese quitar textura a lo que sería una ola perfecta. Jose Angel se imaginó lo inimaginable, La Punta de Marias, reventando grande y clásico.

Cualquier otra mañana se hubiese quedado a contemplar el amanecer, preparar un rico desayuno y trabajar un rato detrás de la computadora. Esta vez no iba a desperdiciar ni una onza de este cheque en blanco que Dios le había dejado a sus puertas.  Surfear era  lo único que importaba.  Jose Angel agarró la tabla Gerry Lopez  y, con furia, corrió a la playa, saltó la pared, pasó frente a The Landings,  y acortó camino cruzando el cementerio donde la señora seguía vendiendo Flores. “Flores para los Muertos!” Sin hacerle mucho caso, siguió por el borde de la colina pasando por debajo del faro para llegar a Domes y dar un vistazo mañanero a la esquina occidental de la isla.

El Sol comenzaba a iluminar la punta, enviando sus rayos para ofrecer un espectáculo multicolor. Se podía ver lo que el sonido había querido transmitir durante la madrugada premonitoria.  Líneas de Olas remontándose hasta el horizonte, reventando con fuerza en el bajo con tamaños sobre los 3 metros. Esto era serio. La ola se tomaba a 100 metros del faro y arropaba la isla, produciendo líneas, tubos, y secciones sustanciosas para maniobrar y conectar con la siguiente sección.

Había que remar, desde la playa de  Marías, unos 2 kilómetros hasta el punto principal. El fondo era una mezcla de arena y arrecife de coral. A medida que avanzaba se podía observar como las olas seguían ofreciendo puntos clásicos de surf por toda la costa hasta el sur en la playa de Tres Palmas. Jose Angel pasó las olas por debajo, conectándose con los elementos, enfocándose totalmente al ritmo del mar. Junto a una decena de surfistas trasnochados pero dedicados, se dieron la tarea de dominar el point.

Surfistas tienden a establecer sus propios criterios con respecto al tamaño de las olas, pero éstas, bajo cualquier sistema de medición eran GRANDES, por donde quiera que lo quisieran cortar. Jose Angel no tenía problemas con surfiing extremo, y la fuerza brutal del Caribe reventando sobre el arrecife era un espectáculo incendiario que hacía bombear más adrenalina y amplificar el momento. ESTO era pasión pura, empujando los límites de resistencia para atravesar las barreras de lo posible. Jose Angel se posicionó más allá del punto dónde comenzaba a reventar el set. Ese conjunto de olas, de mayor tamaño, que hacía presencia cada 7 a 10 minutos. Se sentó en su tabla a metabolizar la situación y medir los sets.  Grupos de observadores y curiosos en el faro se comenzaba a reunir para presenciar a este grupo de gladiadores desafiando una de las fuerzas más intensas de la naturaleza.

Jose Angel seleccionó un buen trozo de energía Caribeña radical, se alineó perfectamente con la velocidad de la ola remada tras remada sintiendo su empuje, potenciado con el placer de lo inevitable. 3 metros se elevó y en un solo movimiento fluido, se posicionó sobre la tabla para bajar la cara y distribuir el peso de su cuerpo con precisión para así, cruzarla y propulsar la velocidad hacia la pared y luego la cresta para pegar con explosividad en la zona más elevada, enviando una estela de dos metros hacia el cielo azul de esa mañana mágica.

Bajó de nuevo por la nueva pared y ahí se quedó esperando que la energía de la ola lo envolviese, en esa catedral líquida se podía ver con claridad el coral multicolor bajo las aguas cristalinas. El vortex de la ola lo seguía envolviendo, la salida se cerraba, de pronto, al aplicarle aceleración, dirigiendo su peso hacia la punta de la tabla, sintió como el mismo efecto de descompresión de la ola lo escupía hacia la salida junto con el rocío potenciador del aire comprimido del tubo. Jose Angel estaba en el cielo. Con gracia se salió de lo que quedaba de ola, permitiendo que siguiese su camino, como un torero en la plaza real, dejó que el toro siguiese de largo.

Remó de nuevo al point. Era una sensación de euforia en enfoque total, no había pensamiento, solo placer. Remando con fuerza de nuevo hacia la punta, pudo reconocer una figura conocida. A lo lejos sentado sobre una tabla larga, una longboard de 10 pies se encontraba Jumali, tranquilamente flotando observando arribar  los sets de marejada.  Permanecía inmóvil, meditando, sonriendo,  su pelo planco amarrado en una elegante cola de caballo. Su piel de un bronce oscuro con una textura muscular que parecían cables de alta tensión. Jumali saludó a Jose Angel con una señal de shaka. Juntos en silencio se quedaron a esperar el próximo set y a disfrutar del nuevo día. No hacía falta una conversación profunda, preguntas poderosas o comentarios zen. El momento lo comunicaba todo.

Sin quererlo, los pensamientos empezaron a invadirlo, sigilosamente, como suelen hacerlo, como un ladrón en la noche. La mente de Jose Angel comenzó aferrarse a pensamientos, rápidos, confusos, aleatorios, quitándole el enfoque al presente. De nuevo comenzó a juzgar su situación actual de forma inmisericorde.

Aún cuando era más libre, seguía siendo esclavo del tiempo. Donde antes podía atribuírselo a Communisnc, Daniel Chandler y Diego Gutierrez, ahora  parecía ser esclavo de Microtech. Algo tendría que cambiar para fusionar coaching con surf. Las dos pasiones vivían en mundos aparte. ¿Podrían coexistir lo corporativo, lo ejecutivo y lo surfista permanentemente? La respuesta a eso solo la podía responder una persona, y estaba desaparecida desde hace tiempo.

El set llegó. Jumali tomó el espacio para remar con suavidad hacia la primera ola entrante. Casi sin esfuerzo se acompasó con la ola, y permitió que ésta lo elevase al punto crítico. Lo que siguió fue una muestra de extrema maestría del arte del longboard.  Jumali bajó con fuerza y con movimientos de una fluidez semejante al Tai Chi, se colocó en la zona de expansión que abre hacia una pared turquesa. Caminó la tabla y se mantuvo allí desempeñando una clásica maniobra de Hang Ten. Ambos pies aferrados a la punta de la tabla. Desde la distancia lo que veía Jose Angel era a Jumali caminando sobre las aguas. Era una vista surreal.

Jumali se mantuvo allí disfrutando de la energía de la ola, con elegancia volvió a caminar la tabla,  cruzó de nuevo desde la cresta y permitió con suma facilidad que la ola lo envolviese en el tubo. Tomó la ola hasta donde la pudo llevar, a escasos metros de la orilla.

Jose Angel seguía desenfocado. ¿Quién está seguro de que las cosas salen como tiene que salir? ¿Dónde es que la responsabilidad termina y la aventura comienza? ¿Que era más importante, perseguir olas o producir resultados? Las preguntas seguían recorriendo la mente de Jose Angel y para sacudirse esa estructura, quiso dar una impresión de poder ante los ojos de quienes lo veían desde la playa y el faro. Fíngelo hasta que lo logres, como decía su némesis Diego Gutiérrez.

En ese estado de inundación de pensamientos, reflexión y desajuste, José Ángel seleccionó una ola.

La ola creció ante él, Jose Angel decidió tomarla aún cuando tenía un ángulo diferente a las olas anteriores. La agarró desde  la zona más crítica y radical. Bajó prácticamente en caída libre, y con reflejos felinos, logro distribuir su peso para proyectarse por la pared. Los surfistas locales le hicieron señas a lo lejos, pero Jose Angel desestimó las señales de advertencia, cruzó arriba y bajó de nuevo a la siguiente sección la cual reventaba a escasos centímetros del arrecife de coral. La ola lo llevaba al sitio referido como PISTONS.

En el surfing hay una línea muy fina entre el mantra “Pura Vida” y el miedo, y en el surfing, el miedo puede vencer la vida. Esa lección, estaba por comprenderse a cabalidad.

La ola siguió hacia una zona carente de surfistas, Jose Angel lo interpretó como una oportunidad de correr una ola virgen, sin obstáculos, pero la realidad era otra. La ola se dirigía hacia la zona del arrecife donde se encontraban los restos de un buque pesquero, los pistones del motor, ya cubiertos de coral sobresalían a la superficie. Una pequeña distracción fue suficiente para que la cuerda de la Gerry Lopez se enredara en el metal del esqueleto de la carcasa del buque. Jose Angel perdió el balance y toneladas de Mar Caribe, le cayeron encima arrastrando su  frágil cuerpo por el coral de fuego, el metal oxidado y las piedras del arrecife de Rincón.

Lo primero que sintió fueron las piedras que rodeaban los pistones del barco, luego el coral de fuego que laceró su piel como el zarpazo de un tigre de bengala, finalmente vino el encontronazo de su cara contra el arrecife. La ola lo mantuvo prisionero del fondo de coral y metal. Sintió el calor de la sangre,  empezó a perder el sentido del tiempo y el espacio. La cuerda lo mantenía atrapado al quedarse enredada en la telaraña de metal del viejo motor, no había arriba ni abajo, sólo una mezcla de agua, burbujas,  espuma y sangre. Lo último que pudo ver desde esa perspectiva fueron los rayos de sol, esta vez desde el fondo de las aguas del arrecife de Rincon, teñidas de rojo. El terror lo invadió.

Jose Angel se sintió liviano. Cero túnel, cero luz intensa, solo la sensación de elevarse, sin gravedad ni peso, sobre la punta de Marias, el Faro, The Landings, las cabañas, más alto, ahora desde las nubes podía ver la punta de la isla de Puerto Rico.  Seguía subiendo. Más alto y más alto admiraba a la tierra en su lugar ante el universo.

En una Nébula observaba fenómenos cósmicos desenvolverse con rapidez, y allí en el centro del cosmos unos ojos azul pálido, una sonrisa y una mano que se le acercaba para sacarlo a otra dimensión de tiempo y espacio. Escuchó la voz que decía “el viaje te tome a ti…” Jose Angel se aferró a esas manos y sintió como lo llevaban hacia la superficie.

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