Aqui les presento el prefacio de mi libro El Ejecutivo Surfista. Estaré posteando aquí todas las semanas un nuevo capitulo de esta historia, primera de una trilogia dedicada a la busqueda de la excelencia para trascender hacia nuevos niveles de consciencia.
Todos tenemos la libertad de escoger la ola que queremos correr.
Prólogo: UNA SOMBRA SE DESVANECE
La tarde comenzaba a plasmar sus largas sombras por el boulevard de Santa Mónica. El conductor del BMW se concentraba en el camino enfocado totalmente hacia el oeste, fijando su atención a una sola cosa, una sola misión. Totalmente absorto en la majestuosidad del momento, bajó por la colina hacia la carretera de la costa. Comenzó a vislumbrar un panorama anteriormente visto mil veces, manteniendo el asombro de disfrutarlo como por primera vez. Mientras miles de conductores se consumían en el malestar del tráfico, el hombre entraba en un trance de conexión con todo alrededor, mirando el horizonte, contando las ondulaciones, contemplando las olas que llegaban a la
costa del Pacífico Californiano. El hombre era un surfista y esta tarde sería una sesión especial. ¿Cuantas veces habría tomado este camino, cuantas veces entraba a su sitio de parqueo favorito y con cuidado enceraba su tabla, cuantas veces se habría colocado su wetsuit, ejercicios de estiramiento?
Hoy la sesión marcaba un camino diferente.
Decidió surfear y dejar a un lado los informes y los preparativos de su próximo viaje para pensar, o mejor dicho, para dejar de pensar, en las miles de opciones y embates recurrentes de escenarios estratégicos. Sabía que esta vez una meditación común no sería suficiente para calmar la incertidumbre del momento. Aún sabiendo que esto no era real, conociendo las prácticas para mantener paz y enfoque, esta vez la emoción lo enganchó como una garrapata terca.
Sería necesario sacudírsela a punta de surf.
Una tabla recién elaborada por su amigo y shaper de tablas Steve Tyau era excelente motivo para ésta sesión. En éstos minutos de silencio, sus sentidos viajaban hacia el océano pacifico, hacia la remada a la zona de impacto, respirando profundamente mientras pasaba las olas por debajo estilo hawaiano para llegar a ese lugar donde el mar envía sus pulsaciones. Esperando por algo grande, por algo especial, completamente conectado con todo.
Eran estos los momentos para los que vivía, lejos de la playa, con la mirada enfocada al horizonte, pendiente de las olas, el ritmo del océano, su respirar. Disfrutando de nuevo de cómo, cada cierto tiempo, llegaban como por reloj, marejadas más altas, en sets de cinco olas, siendo la cuarta más grande, más bella, reventando perfecta y llevando toda la energía del pacífico a la playa de Los Angeles, California, olvidando por completo el caos de la tarde en la Autopista pocos kilómetros de allí. En silencio exclamó Om Mani Padme Hum.
El surfista contó las olas, y se posiciono en la zona estratégica, alrededor de él, mas de 30 surfistas mantenían el acecho, esperando el conjunto de 5 olas que rompían cada 10 minutos y que ofrecían el mejor recorrido. El surfista esperó, su fluidez y porte le daban un respeto legendario dentro del grupo. Muchos lo reconocían como el “GATO”.
El sólo veía las olas.
Lentamente comenzó a remar hacia el horizonte al ver aproximar una gran pared verde. Dejó pasar la primera, siguió tranquilo al dejar pasar la segunda, la tercera era más grande y 10 surfistas se dieron a la tarea de luchar por correrla. El sabía dejar esa ola a las ratas de la tarde. Su objetivo estaba definido en piedra. Manteniendo toda el poder de su atención al premio mayor, la ola mas grande del set y con gran destreza, volteó su tabla, y remó con fuerza para igualar la velocidad de la ola. Llegó el momento crucial donde todo pensamiento cesa. La ola era ahora la dueña de su destino.
Bajó el tobogán mientras se levantaba sobre la tabla, giró su curso hacia la pared de esmeralda que lo envolvía una y otra vez. Fue una ola limpia, abierta, fría, y era todo lo que quería experimentar esa tarde de Noviembre. Con fuerza subió a la cresta y pegó con fuerza para agarrar más velocidad y proyectarse de nuevo por la pared, envolverse en el túnel y salir de nuevo para recorrer lo que quedaba de la ola plácidamente hasta la arena.
Tomó su tabla con cuidado, observando y sintiendo sus líneas suaves, caminó por la arena de la playa de Los Angeles County, sintiendo el crujir suave de la arena bajo sus pies y se sentó a ver el resto de surfistas jugando en este pedazo de costa, asombrado que al mismo tiempo 1.5 millones de personas estarían encerrados en sus vehículos completamente estancados en la autopista de LA. Un mundo paralelo. Sonrió al recordar sus propios pensamientos. “tu no tienes que hacer nada”.
En ese estado de total conexión, se sintió tan liviano que no sentía la arena debajo de sus pies.
Al regresar a su vehiculo, no pudo evitar ver el mensaje pendiente en su Iphone, lo cual rompió por completo el estado de meditación y de gratitud. Volvió de nuevo al mundo de los negocios, sintió bruscamente el cambio de estructura. Los cambios…los benditos cambios de proceso, de inversiones, de culturas organizacionales, lo cual representaban para él solo un vehículo para que sus superiores pudiesen justificar su gran temor por vivir. Quizá este sería su último viaje o sería solo otra experiencia en una situación de no ganar, pero sería interesante ver cómo sacaría la semilla del equivalente en beneficio de ésta absurda situación.
Llamó a su asistente y le pidió que empacara su maleta para 2 semanas y que enviase al aeropuerto LAX dos estuches de tablas de surf que tenía ubicadas en el modulo de almacenamiento de la torre Communisinc. Instrucciones precisas que Erika seguiría con efectividad militar, sin preguntas y sin comentarios.
El Ejecutivo Surfista iba en camino hacia lo desconocido.
Fin del Prologo.
La semana entrante:
Capitulo 1: La Ciudad de la Furia
Mientras tanto en Caracas, Venezuela, un joven consultor gerencial es asignado la tarea especial de recibir al COO de Communisnc a Maiquetia. Sin saber que ese encuentro afectará la existencia de ambos.